EL CONDOR ANDINO
Las montañas de Antioquia son preciosas con un verde esmeralda que se va diluyendo en la lejanía; tierras con una capa vegetal pródiga; sus cañadas forman cintas acuíferas que con el devenir de los tiempos y debido a la tala de árboles se han ido secando. Decir Antioqueño es sinónimo de trabajador, de soñador; este pueblo descendiente de judíos, moros y cristianos se caracteriza por su espíritu indomable, su vocación de trabajo y sed de libertad; con este preludio quiero contar la historia de un gran Antioqueño que vivió en un pueblo pequeño llamado Bolívar en el Suroeste de Antioquia.
Alfredo que es nuestro héroe nació en los años 40, sus padres Antonio y María poseían una pequeña finca cafetera y allí creció nuestro protagonista de este relato; era el menor de tres hermanos; inteligente, despierto hizo la primaria en la Escuela de su vereda; lo expulsaron por una injusticia y fue que en una ocasión el profesor le dió con una regla en la mano, Alfredo que para esa época contaba con 11 años de edad le propinó una puñalada hiriéndolo en la cara, por supuesto fue despedido y nunca más quiso volver a estudiar. Con fervor religioso se dedicó al cultivo de la tierra, ayudando a sus viejos; rara vez salía al pueblo y era un joven de pocas palabras; con su padre las relaciones eran tirantes ya que éste era un hombre temperamental y cuando los domingos regresaba del pueblo borracho agredía a su Madre y demás hermanitos. Alfredo odiaba el licor y a medida que pasaba el tiempo se volvió un protector de su Madre, ya que cuando su padre quería pegarles se enfrentaba a la autoridad paterna, poniendo fin a esta situación de violencia.
Cumplió 18 años, ingresó al Ejército; allí se destacó por su respeto a superiores y compañeros; siempre reservado pero atento a la buena disciplina.
Cuando salían a Comisiones al monte iba siempre a la vanguardia; en varias oportunidades tuvo enfrentamiento con los facinerosos saliendo siempre triunfante; daba órdenes precisas y con su olfato característico infligía bajas a sus enemigos. Muy pronto fue ascendiendo en la vida militar hasta obtener el grado de teniente; sus compañeros lo tenían por un héroe, pero esto no lo envanecía y siempre conservó su sencillez y ternura de hombre de campo cuando estaba de franquicia visitaba a su familia colmándolos de regalos ya que para él era sura son de ser. Era de regular estatura, de complexión fornida, sus ojos eran de color cafés mirada penetrante y segura, su sonrisa era de mucha ternura, dé tez trigueña una cicatriz muy leve, resaltaba en la frente debido a una bala que por poco le cuesta la vida su fama de hombre inteligente y brillante fue creando dentro del ejercito hasta volverse una leyenda, fue transferido al Dpto. del Tolima donde la situación de orden publico era de extrema gravedad.
Sus excursiones al monte eran frecuentes y comandaba un batallón de 300 hombres, los bandidos más famosos fueron cayendo y los que pudieron sobrevivir huyeron a otras zonas para evitar a este feroz combatiente que día a día conquistaba fama de hombre invencible, los altos mandos militares lo condecoraban y era el orgullo del ejercito nacional, obtuvo una beca para estudiar en la Base militar de wat Pont regresando al país al cabo de 2 años, en dicha base fue el militar más destacado de los 200 extranjeros que allí estudiaban se reincorporo al ejercito y siguió su carrera meteórica, estando en la base de Tolemaida un General Bogotano lo envidiaba y odiaba profundamente, chocaron desde un principio pero Alfredo pensaba que esta situación no pasaría a mayores, se presentó un concurso dentro la oficialidad de tiro al polígono para unas justas Nacionales, en ellas participaron 100 de los mejores del país, desde luego Alfredo obtuvo la mayor puntuación, siendo el General eliminado desde un principio y con el orgullo herido y lleno de rabia espero la ocasión precisa para atacar a Alfredo, este se encontraba en su despacho atendiendo asuntos de extrema urgencia, y no se percató del ingreso de dicho general en su oficina y este sin darle tiempo de nada desenfundó su arma, pero Alfredo en un movimiento felino lo desarmó y con la misma pistola le dió un tiro en la frente cayendo al instante. Precipitadamente Alfredo salió de la base y huyó para no dar explicación alguna, se desató una búsqueda feroz en su contra, recompensas inmensas se ofrecieron por su cabeza. Al cabo de 6 meses de andar escondido y amparado en la soledad de la noche llegó a la finca de sus padres y abrazado a su Madre lloró inconsolablemente. Ya más calmado dijo a su familia, se me ha enredado la pita, e obrado en legitima defensa, mi conciencia está tranquila el general que he matado es sobrino del Ministro de Defensa, hace parte de la oligarquía de este país, si enfrento un juicio no me van a creer una sola palabra, me espera pues una larga condena, Madre habla con mi padre y dile que vendan la finca, quiero que vayan al Quindío y con un dinero que tenía ahorrado les he comprado una finca cerca de talento, váyanse lo más pronto posible, la mamá todavía llorando le pregunta¿ hijo que va a pasar con tu vida dónde vas a vivir ahora? - me uno a las fuerzas rebeldes mamá a las que antes con tanto ardor ataqué, el gobierno y la ley me buscan como una fiera in humana; al ejercito le di lo mejor de mi lucha, no tengo derecho a nada ahora soy un renegado paso de ser un oficial brillante a un asesino; se que algún día habré de caer en combate; pero antes me llevaré por delante a quién se oponga en mi camino.” Al día siguiente se despidió de su gente y agarrando por cualquier camino se fue a seguir su destino; muy pronto contactó con los bandidos más famosos y gracias a su arrojo, tácticas de guerra y a su destreza y puntería, en pocos meses era el jefe del movimiento; se dedicaron a robar ganado y extorsionar a finqueros e industriales; todo lo repartían entre la gente más necesitada, mejorando la suerte de tantos miserables, también consiguieron armas y municiones modernas; Alfredo se nos vuelve un Robín Hood Colombiano. El gobierno lleva 3 años tratando de darle caza, pero es como un fantasma escurridizo, los pobres son torturados por el ejército para conseguir información pero nadie sabe nada, por su cabeza se ofrecen grandes sumas de dinero; el pueblo reza para que nada le suceda; lo tienen por su ángel protector; le prenden velas y hasta milagroso se les vuelve; en su lucha desigual conoce a Araminta, hija de un hacendado rico, mujer de 17 años, de cabellos negros y unos ojos que parecen dos pedazos de cielo y con ella comparte su errar por las montañas y valles; muy pronto se vuelve experta en el manejo de armas y en varios combates se muestra tan ducha que iguala a Alfredo en valor y destreza, en un enfrentamiento Alfredo es herido en una pierna gravemente y Araminta y dos amigos más lo rescatan y es llevado a un Centro de Salud donde recibe ayuda médica; luego es trasladado a Bogotá en el baúl de una camioneta y se instala en el barrio “ Las Cruces ”, pero alguien se entera de esto e informa al ejército; la manzana es acordonada por el ejército y policía se monta un operativo con más de 1000 hombre; despliegan tanquetas, hay francotiradores en azoteas y techos, detectives, en fin, muchos militares; la casa está en una esquina ; es vieja y de tapia, tiene dos ventanas hacia la carretera y dos más sobre la calle; Alfredo, hombre curtido presiente algo en ese momento y entreabre muy quedamente un postigo, y se entera de lo que está sucediendo; sabe que alguien lo ha delatado; no pierde su calma, entonces eleva una oración, pidiendo protección al Altísimo; en cada una de las ventanas ubica fusiles , granadas y municiones; toma un vaso de agua y llama suavemente a Araminta; le ordena que cierre su alcoba con un candado y que esté atenta para abrir la puerta principal de la casa, en esta están solamente los dos; tocan con violencia a la puerta, son las 4 y media de tarde, una niebla cerrada se cierne sobre el barrio y un frío que cala los huesos es apenas el preludio de horas aciagas que están por llegar. Araminta, con voz segura pregunta: ¿Quién es? abra la puerta inmediatamente, es el ejército, responde con voz chillona un militar, una vez abre ingresan seis soldados y dos oficiales enfrentan a la mujer: ¿Dónde está? ¿Dónde está? quién responde ella con una calma que irrita al jefe del grupo Alfredo ¿Cuál Alfredo Señor? La empujan y palmo a palmo lo registran todo, en la confusión Araminta desenfunda su arma y da de baja a tres soldados y a los dos oficiales; reaccionan los otros y le dan de baja. La puerta de la alcoba de Alfredo es arrancada; han llegado ocho soldados más una oscuridad reina en el cuarto, silencio y oscuridad absoluta; de pronto desde un rincón surge una arma vomitando fuego, no hay tiempo de nada; caen los uniformados; Alfredo continua su accionar y da de baja a otros seis militares que intentan ingresar a su alcoba; una vez que sale de esta divisa a un grupo numeroso que hace su ingreso a través de la puerta principal, dispara sin perder un solo segundo; es un ángel de muerte, sus ojos dilatados centellan igual que su arma; la muerte reina en este viejo caserón. Alfredo con sigilo, abre una de las ventanas suavemente; escupe fuego y diez soldados que están en una azotea son masacrados; se mueve con rapidez a otra de las ventanas y en un tejado que dá a la carretera da de baja a un grupo numeroso de soldados y detectives; da un giro veloz y a boca de jarro acribilla a ocho soldados que están ingresando por la entrada de la casa; este ángel exterminador no cesa en su accionar; todo lo que se mueve cae intempestivamente; los mandos militares están confundidos; la gente insulta al ejército, les gritan cobardes; la gente se arremolinan y gritan vivas al héroe; van tres horas de duro combate; más de sesenta uniformados yacen muertos y hay más de veinte heridos, la noche llega y periodistas nacionales e internacionales se encuentran presentes; el gobierno desesperado envía a un grupo élite recién venido de EE.UU., lanzan bombas y gases; Alfredo en su inmensa lucha, no da el brazo a torcer, el peligro no le intimida, por el contrario lo vuelve gigante; hunde su cabeza en el tanque del sanitario para no morir asfixiado; la casa está en ruinas, una polvareda de gas y de humo semejan un volcán azufrado; no hay tregua y Alfredo, herido lanza granadas, y más bajas van sucediendo; en un momento se produce un silencio que Alfredo aprovecha, se quita su ropa y toma la de un militar que yace a su lado; y aprovechando la noche se desliza hacia un solar que está detrás de la casa, nadie lo ve; con paso resuelto logra ganar un potrero vecino, se aleja y allá va cruzando el lomo de la montaña, las alturas igual que las águilas, serán sus moradas, llora por unos instantes; piensa en su madre; en sus hermanos y también en Araminta. El gobierno ante semejante fracaso ha caído y la leyenda de Alfredo es tan grande como su vida.
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